Cómo enfocar la atención mental para meditar
La atención mental es el instrumento básico de cualquier tipo de meditación. Casi podría decirse que meditar y enfocar de manera consciente la atención son en esencia lo mismo.
De hecho, la diferencia entre prestar atención a algo y meditar consiste en que, en el segundo caso, la atención se torna plena, deliberada y sostenida.
La atención como instrumento básico de meditación.
No es objeto de este artículo remarcar los numerosos beneficios de la meditación tanto como poner la lupa en aquello que forma parte de su principio más básico: La atención.
Comenzar a meditar es relativamente sencillo. Basta con dedicar unos minutos al día a detener toda actividad para observarnos a nosotros mismos y enfocar toda nuestra atención en algo, sin dejarse llevar por distracciones o divagaciones.
La atención es clave. Dicho así suena simple, y en cierto modo lo es, pero una cosa es decirlo y otra ponerlo en práctica.
Como todo en la vida, aquello que nos proponemos realizar debe estar sostenido por una fuerte motivación si queremos que se mantenga en el tiempo y arroje sus frutos.
En el caso de la meditación la mejor motivación es la constatación de sus beneficios mediante la práctica, y el único requisito indispensable para realizarla reside en la atención plena y consciente.
Puede existir atención sin meditación; de hecho hay muchas cosas que de forma involuntaria captan nuestra atención cotidiana, pero no hay meditación si no existe atención.
Cómo enfocar la atención a la hora de Meditar.
Existen muchas formas de meditación, pero quizás debiéramos empezar hablando de concentración, pues la meditación utiliza como base la concentración (que no es otra cosa que atención consciente y mantenida), para ir un paso más allá.
Para adquirir el hábito de una forma eficaz debemos “entrenar” nuestra capacidad de mantener la atención consciente mediante la práctica de algunos ejercicios, cuyo objetivo no es otro que habituarnos a estar realmente “atentos”.
Ejercicio básico para cultivar la atención plena.
Un ejercicio práctico para entrenar nuestra atención consiste en sentarnos tranquilamente, ya sea en el suelo mediante una postura de yoga o en una silla, taburete o lo que tengamos a mano.
Lo ideal es elegir un entorno lo más tranquilo posible y sin que haya distracciones.
Si estamos sentados en una silla, colocaremos los brazos sobre las piernas, manteniendo erguida la columna vertebral y con la cabeza en línea, mirando al frente. No debe haber tensión alguna, más que la necesaria para mantener la postura.
Si nos servimos de un asana de yoga, permaneceremos con la columna erguida y las manos descansando sobre las rodillas, las piernas o el bajo vientre, dependiendo del tipo de postura que hayamos elegido para el ejercicio. Una asana relativamente sencilla y cómoda es Sukhasana o postura del sastre; aunque también existen otras igualmente indicadas.
Procederemos entonces a tomar conciencia de nuestro cuerpo, percibiendo su peso y el contacto físico con el Zafu o Esterilla
Poco a poco, vamos aflojando la tensión acumulada, comenzando desde la cabeza, pasando por el cuello, los hombros y descendiendo a través del tronco y extremidades; al tiempo que regulamos la respiración, dejando que la tensión se vaya con cada espiración.
En este punto ya estamos ejercitando la atención consciente.
Después de diez respiraciones lentas estaremos en condiciones para el siguiente paso.
Centrar nuestra atención en la respiración.
Partiendo del estado calma conseguido mediante la toma de conciencia de nuestro cuerpo y las inspiraciones y respiraciones lentas y profundas, pasamos a centrar nuestra atención sólo en la respiración. Debemos percibir claramente cada una de nuestras inspiraciones y espiraciones, tratando de no influir sobre estas. No pasa nada si al principio nos cuesta.
Este es uno de los pasos más importantes para iniciarse en la meditación. De hecho, intentarlo ya supone estar meditando; pues conjuga factores esenciales de la meditación: Atención, concentración y desapego.
La atención ya la tenemos puesta sobre la respiración, pero si deseamos que esta sea plena, consciente y sostenida convirtiéndose en auténtica meditación, debemos evitar influir sobre la misma. Se trata de observar el proceso sin intervenir.
Resulta fácil decirlo, pero hacerlo requiere de práctica.
Lo bonito es que, poco a poco, lo iremos logrando por períodos de tiempo cada vez mayores. Se trata de dejar ser a nuestro cuerpo y que nuestra atención plena no influya sobre aquello de lo que somos conscientes.
Con la práctica podremos centrar nuestra atención en otros objetos de meditación; ya se trate de nuestros propios pensamientos, sensaciones y/o sentimientos, sin dejarnos arrastrar por ellos, al igual que hacemos con la respiración.
Tengamos en cuenta que nuestra propia intervención y los juicios que realizamos sobre aquello que pensamos y sentimos, puede hacernos menos libres e independientes y, por tanto, infelices.
A medida que profundicemos en este tipo de ejercicios, comprenderemos la importancia de la atención consciente como instrumento básico de la meditación y la utilidad de esta última como herramienta para mejorar nuestra calidad de vida cotidiana.